Autocuidado: ¿Y tú, cuidas de ti?

 

Como todos sabemos la palabra CUIDADO se refiere a la acción de cuidar; que implica ayudar, preservar e incrementar la salud y el bienestar, hacia uno mismo o hacia otros. Sin embargo, muchas personas no saben que el origen etimológico del término CUIDAR proviene del latín cogitare, que significa “pensar”, y en sus orígenes tenía que ver con discurrir, meditar o reflexionar.

Aunque hoy en día no la utilicemos en ese sentido, aún tiene relación con todo lo que conlleva el AUTOCUIDADO, una manera de mostrarse amor y afecto a uno mismo. Hay muchos tipos de autocuidado, pero lo más común es clasificarlo en cuatro: físico, psicológico/emocional, social y personal.

El AUTOCUIDADO FÍSICO implica conocer qué necesidades tiene tu cuerpo. Ya estamos al tanto de que una alimentación saludable, la práctica de ejercicio físico regular y una buena higiene del sueño son muy recomendables para incrementar tu bienestar. Pero en definitiva se trata de saber escucharte y atender a lo que precisa tu cuerpo en cuanto a la comida, el ejercicio físico, el sueño, los lugares que influyen en tu estado de ánimo…

El AUTOCUIDADO PSICOLÓGICO o EMOCIONAL tiene en cuenta tu salud mental, desarrollar algunas habilidades psicológicas permite gestionar el bienestar emocional e incrementarlo. Partiendo de la premisa de que nuestras emociones también influyen en nuestra salud física y viceversa, no podemos eliminar lo que sentimos (pensamientos negativos, emociones incomodas…), pero sí aceptarlo y aprender a dirigirnos hacia un estado más apacible.

El AUTOCUIDADO SOCIAL significa cuidarte en tus relaciones sociales. Todas las decisiones que tomes respecto a esas relaciones son tuyas, TÚ decides quién quieres que forme parte de tu vida y quién no favorece que esté en ella. Saber aceptar cuando la mejor opción es el desapego de una persona o una situación mejorará tu bienestar.

El AUTOCUIDADO PERSONAL constituye un camino hacia una vida plena, con objetivos y metas. Cultivar la identidad propia te acercará más a quién eres, qué quieres en la vida y cuáles son tus valores. Las aficiones, la meditación y, al fin y al cabo, todo aquello que hagas en pro de tu crecimiento personal forma parte de ese autocuidado.

Después de conocer la teoría, es momento de preguntarte… ¿qué haces sólo por y para ti? ¿cómo cuidas de ti? ¿dedicas tiempo a cuidar de tu salud? ¿estás entre tus prioridades?

Además de incorporar nuevos hábitos y hacer pequeños cambios en el estilo de vida, la base del autocuidado reside en encontrar un EQUILIBRIO mental, emocional y físico. Un lugar entre la disciplina y la amabilidad, en el que tratarse con cariño y sin culpabilidad por priorizarnos. Gracias a alcanzar ese equilibrio podrás hacer mejores elecciones en cuanto a cómo, en qué y con quién inviertes tu tiempo.

Básicamente, si siempre tenemos tiempo para nuestra familia, amigos, hijos, el trabajo… ¿por qué no invertir un tiempo en nosotros mismos? Solemos aplazar las gratificaciones que merecemos, pero lo cierto es que dedicarse un rato en beneficio propio y a solas es más rentable para nuestra salud mental.

Marta Serrano López

Psicóloga sanitaria en Proceso Terapéutico

 

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