La comida es emoción, y como las emociones, el peso y la identidad que le das, es muy complejo. No se trata de demonizar la comida, si no de aprender a gestionar las emociones que te hacen tener una mala relación con ella. La tristeza, la culpa, la rabia, la impotencia….
La alimentación tiene una poderosa asociación con el amor hacia los demás y también hacia uno mismo. Determina muchas conductas, creencias, formas de comer y alimentar.
Este tipo de emoción es una herramienta de castigo heredada generación tras generación y a la que estamos tan acostumbrados que la ponemos en práctica a diario con nuestros hijos sin ni siquiera darnos cuenta.